EL ORÁCULO

"de la misma manera que la palabra maniática del oráculo, por ser directamente ininteligible, abre, para su desciframiento, un abanico de interpretaciones figuradas posibles".
José Luis Pardo. La regla del juego.
Poco a poco, con la toxicidad de una droga sintética y la precisión de un instrumento de tortura, van llegando noticias que nos muestran un mapamundi esférico tan extravagante como extraño. ¿Invasión de televisores en las escuelas argentinas? ¿Museos de arte infectados? ¿Tráfico de esclavas a las puertas del estadio? Veamos. No hace falta acudir al oráculo para adivinar o comprender lo que se nos viene encima. En el fondo, ya lo avisaba el mítico Bill Shankly: "el fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso".
Hablando de mitos. Cuenta Javier Reverte, en El sueño de África, la primera vez en su vida que vio a un hombre negro. Iba paseando con su padre por el barrio donde había nacido, cerca de la plaza de Chamberí, cuando éste exclamó con admiración: ’ése es Ben Barek’. "Yo estaba fascinado con el color de su piel –comenta Reverte-, ignoraba que se trataba de un famoso futbolista del club Atlético de Madrid. Y pregunté a mi padre: ¿Y cómo se puede distinguir a un negro de otro? Él me contestó lapidario: ’No hay nadie igual a Ben Barek, ni negro ni blanco’."
Yo, que crecí escuchando historias como ésta, que nunca vi jugar a Ben Barek ni a ninguno de los miembros de la "delantera de cristal", también acabé atacado por una enfermedad contagiosa. En mi caso (como en el caso de Javier Marías) todo remite (me imagino) a sueños de la niñez que se niegan a aceptar la luz del día; no hay ejércitos simbólicos desarmados, ni pasiones desatadas, ni arrebatos de violencia, pero, a veces, lo reconozco, todo raya en lo irracional, en lo trágico o en lo cómico. Aunque, a decir verdad, no creo que mucho más o mucho menos que en cualquier actividad o juego humano. En definitiva, todo lo que se mueve alrededor del fútbol no es más que un espejo del esperpento que deforma nuestra propia imagen y que devuelve parte del producto esperado: aquí, deformados hacia arriba; más allá, deformados hacia abajo. Y, llegados a ese punto, no hace falta citar a un entrenador del Liverpool (acudir a los servicios del oráculo) para ensayar justificaciones o confesiones inesperadas. El fútbol –estamos de acuerdo- no es una cuestión de vida o muerte, aunque a mí siempre me lleva a un planeta lejano de rostro conocido y solidario. En el planeta aparece Ben Barek y otros gladiadores particulares (¿Gárate, Garrincha, Maradona?) que habitan en el sueño y se niegan a abandonar la partida. Yo suelo preguntar a mi padre por aquellas avalanchas (ya invisibles) que se vivían en la gradona del viejo Metropolitano. Y él me contesta entre dudas: ¡quién sabe! La partida –compruebo-, en la noche caliente de mayo, guarda un sabor añejo y unas gotas, rojas y azules, de dulce vino adulterado.
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